Stefan is also the founder of Carrison
and Cocodrilo Productions

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Stefan también es el fundador de
Carrison
y Cocodrilo Productions

A la luz de la luna llena



Es tan elemental que parece mentira que le dedique una entrada. Sin embargo, estoy convencido de que mucha gente nunca ha vivido esta experiencia en persona. Y deberían. Algo tan sencillo y a la vez tan hermoso.

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Supongamos que hablamos de una pareja joven que creció en ambiente urbano. Ambos están en sus locos años veinte y llevan mucha mili nocturna a sus espaldas. Ambos han cerrado bares, visto amaneceres apurando los hielos de ese vaso de tubo sacado a hurtadillas del último bar y, quizá, puede que se hayan tumbado juntitos alguna vez a contar estrellas, antes de contarse las pecas y los lunares.



En ese último caso, acostados boca arriba una noche de verano a la caza de estrellas fugaces, uno de los dos le susurró al otro aquello de “qué lástima que en ciudad se vean tan pocas estrellas”. Es más, las veces que quedaron fuera del alcance de las luces de la ciudad –una nochevieja en una casa rural, una velada en el barquito de un amigo– aprovecharon para abrazarse a cielo abierto bajo un manto de constelaciones. Miraron al cielo, se miraron a los ojos. No les hizo falta decirse nada más.

Por eso quiero invitarles a probar algo menos manido pero igual de mágico.

Les pediría que salgan de la ciudad una noche de luna llena. De acampada, de paseo, una escapada a alguna playa discreta y tranquila. La única condición es que no haya luz artificial: ni faroles, ni edificios. Ni siquiera linternas. Solitos en mitad de la nada. No es tan difícil. Lejos de todo, lejos de todos.

Una vez allí, que se cojan de la mano y miren a su alrededor. Según pasen los minutos la noche cerrada irá desvaneciéndose, poco a poco, a medida que sus ojos se ajusten a la inesperada luz ambiente. Se desvelará ante ellos un maravilloso paisaje en blanco y negro, con tonos de grises, matices, detalles, sombras en claroscuro. Se sorprenderán primero de la nitidez con la que se mostrará ante ellos la naturaleza dormida. El silencio mullido del campo o el lento ir y venir de las olas, la calma. Comprenderán, después, por qué algunos poetas hablan de lucero cuando miran a esa luna llena, majestuosa, imperial, ocupando el trono de su hermano mayor apenas unas pocas noches al mes.

Que paseen, que disfruten del sonido de sus pasos, que se fundan con la naturaleza en una duermevela embriagadora. Que dejen que la luz de la noche guíe sus pasos hasta que la cautela de sus movimientos, sus pensamientos y sus emociones queden en armonía con ese lienzo bucólico pintado con luz de plata.


En las noches de luna llena solamente hay una razón para decidir irse a la cama: el amanecer.
Hasta entonces, todo es magia.



¿Qué hacemus?

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